Hace 18 años fue destacado como el Deportista Obereño del año. Hoy sigue animando la elite del atletismo misionero. Todos valoran su fortaleza mental y física, como aquella vez que lo atropelló una moto. Pocos conocen su costado solidario: regaló la mayoría de sus trofeos.
En 2004 Darío Piñeiro ganó 22 de las 28 pruebas pedestres que disputó en diferentes puntos del país y la provincia. Aquel rendimiento lo llevó a consagrarse como el Deportista Obereño del año. Tenía 28 años y estaba en la plenitud de su carrera.
Lo que pocos imaginaron entonces fue la extraordinaria longevidad que adquiriría como atleta, ya que 18 años después sigue siendo uno de los referentes de las carreras de fondo en Misiones y se sigue entreverando en el podio con jóvenes que tienen la mitad de su edad. Sin ir más lejos, el pasado 26 de junio se ubicó sexto en la general del tradicional Maratón Ciudad de Rosario, donde marcó un tiempo de 2 horas 39 minutos para los 42 kilómetros. Una vigencia a prueba del almanaque, ya que a los 46 años sigue sumando logros.
Hablar de sus virtudes como deportista es destacar tanto su fortaleza mental y física, lo que se grafica en un hecho puntual: en julio de 2014 corría después del trabajo por la ruta 14 hacia su casa en Guaraní cuando lo atropelló una moto y terminó con la rótula de la rodilla izquierda. El médico que lo operó le dijo que difícilmente podría volver a correr… le pifió el doctor. Un par de meses después ya estaba compitiendo.
Pero eso de los atributos atléticos de Darío es más que conocido. Lo que pocos saben es que regaló la mayoría de los trofeos que ganó en más de dos décadas de trayectoria. “Por ahí me piden para una competencia en la colonia o para una escuela y les doy. Me gusta colaborar, darle la posibilidad a otros de sentir lo lindo que es ganar un trofeo”, comentó con la humidad que todos le conocen.

“Correr es un regalo de Dios”
La figura de Darío Piñeiro ya tiene estatura de ídolo en el pedestrismo misionero, tanto por sus logros como por su notable vigencia, lo que le otorgó un sinnúmero de afectuosos apodos: “eterno”, “inoxidable”, “dueño del podio”, “demoledor de kilómetros” y así un montón.
Una carrera cimentada en la pasión y la constancia, alternando entrenamientos con trabajo en el depósito de la empresa Dini. Por ello, se levanta antes de que amanezca, se calza las zapatillas (o alpargatas, como lo hizo tantos años) y sale trotando desde su casa, en colonia Guaraní, hasta su trabajo en el centro de Oberá. También suele ir en bici, y a veces en el auto. Es humano.

Esos ocho kilómetros -16 de ida y otros tantos de vuelta- son parte de su rutina diaria y los corre casi sin esfuerzo, como un entrenamiento liviano para la próxima maratón que tenga en mente.
«Por ahí, antes de una competencia, pienso… como también te puede pasar antes de un examen, que si hubiera estudiado un poco más ahora estaría más tranquilo. Pero no me gusta poner excusas y en cada competencia pongo lo mejor de mí. Aunque no salga primero, no importa. Yo no puedo guardarle rencor al que me gana, porque correr ya es un privilegio y un regalo de Dios», destacó Darío.
En la “construcción” de un buen corredor de fondo no pueden faltar aptitudes como fuerza, velocidad y resistencia, aunque los campeones también poseen un plus imprescindible de carácter y de fortaleza anímica.
Y Darío está construido con esa madera: condiciones naturales y un físico privilegiado que, combinados con una mentalidad ganadora, años atrás lo hacían prácticamente imbatible a nivel provincial en cualquier distancia de fondo.
«Como buen ariano, soy muy testarudo. Me propuse terminar el secundario y con mi primer trabajo comprarme un auto, después hacerme mi casa. Y las cosas que me propuse siempre las logré, gracias a Dios «, aseguró.
“Si uno quiere, puede”
Nació y se crio en colonia Alberdi, donde cursó la primaria y la secundaria. A los 17 años se mudó con su familia a Gobernador Udaondo, provincia de Buenos Aires, y aprendió de los rigores de la vida en el campo.
«Trabajábamos en el tambo y ahí no había descanso -recordó-. Nos levantábamos a las tres y media de la mañana y casi no parábamos en todo el día. Y creo que esa vida me fortaleció para afrontar todos los compromisos con responsabilidad»
«Yo pienso que a veces uno se queja de lleno. Cuando era chico mis abuelos me contaban que habían venido de lejos y sin nada, que la vida era muy difícil y muy diferente a lo que es hoy en día», expresó convencido.
Además, destacó de que su incursión en la práctica del kung-fu le otorgó mucha fuerza mental y la certeza de que si uno quiere, puede.
Pero más allá de sus actitudes deportivas, la gente del atletismo reconoce a Darío por su humildad y su sencillez.
«De qué te sirven un motón de trofeos si la gente no te quiere. Cuando empecé a correr no le ganaba a nadie, pero empecé hacer amigos de entrada y eso es lo mejor que tiene el deporte», dijo sin titubeos.
«Yo leí muchas historias de grandes atletas, y cuánto más grandes más humildes también eran. Por ejemplo Emil Zatopek, que ganó los 5 mil, los 10 mil y el maratón en Helsinski 52; o Abebe Bikila, que ganó el maratón olímpico corriendo descalzo», destacó.
Los años van pasando y él sigue estando. Hoy lo invitan a las principales carreras de la provincia porque su figura eleva el nivel de la competencia. Y los jóvenes que llegan a la elite preguntan si corre Darío Piñeiro… el que ya subió a todos los podios con los que ellos sueñan.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.