Antes de partir hacia América, el inmigrante italiano Ernesto Bárbaro pasó por Padua para pedir la bendición del Santo y trajo consigo una imagen que aún perdura. En la casa de la familia celebraron los primeros casamientos, bautismos y comuniones
La primera celebración cristiana de la cual se tiene registro en la ciudad de Oberá data de 1920 y se realizó en la casa de Ernesto Bárbaro, inmigrante italiano que ese mismo año se asentó con su familia en la zona.
La liturgia se coronaba con una ya centenaria imagen de San Antonio de Padua que aún perdura. La familia también atesora la mesa de madera en torno a la cual se congregaban los feligreses, escenario de los primeros casamientos, bautismos y comuniones.
La imagen llegó a Oberá -tras cruzar el océano Atlántico procedente de Italia- en manos don Ernesto y su esposa Juditta, quienes antes de partir hacia América pasaron por Padua para pedir la bendición del Santo. Con profunda devoción se comprometieron a levantar una capilla en su nombre apenas se asentaran en su nuevo hogar.
En esos años, con enorme sacrificio un sacerdote llegaba desde la localidad de Bonpland para celebrar las misas que se realizaban en la casa de la familia Bárbaro, en lo que actualmente es la esquina de calle México y avenida Italia de Oberá.
La devoción de don Ernesto era tal, que todos los 22 de diciembre cosechaba sus primeras uvas y las ofrendaba a la iglesia. Con los años también se instauró la figura de San Antonio como el Santo Patrono de Oberá y la festividad del 13 de junio.
Entre otras obras, don Ernesto donó el terreno donde durante años funcionó la Escuela 288, sobre actual avenida Misiones. Cuentan que una vez por semana se ponía sus mejores prendas para charlar con la directora, sabedor que la educación hace grande a los pueblos.
Pionero de Oberá
Ernesto Bárbaro tuvo catorce hijos, fue carpintero, constructor, sembró y cosechó la tierra. Hoy, su apellido identifica a uno de los barrios obereños más representativos, que se extiende desde la avenida Libertad hasta el barrio Tres Esquinas.
Nació en Italia y en 1891 arribó al Brasil junto a sus padres, Catarino Bárbaro y María Tucatto. Ernesto tenía 23 años, se casó con Juditta Coco y en el vecino país tuvieron los primeros siete de sus catorce hijos.
Catarino y sus hijos eran excelentes carpinteros y pronto se destacaron en el oficio.
Fueron años difíciles en Brasil, con un clima hostil y una tierra esquiva para los cultivos. Ernesto y su hermano Aurelio construían puentes sobre el río Uruguay y así llegaron hasta la localidad de Bonpland, en Misiones, con el objetivo de hacer el puente sobre el arroyo Mártires.
Les gustó tanto el lugar que en el año 1900 se mudaron a Bonpland con sus familias, y la tierra pronto gratificó su empeño.
Con el tiempo, a sus hijos y nietos les contaban orgullosos que al año de haber llegado a Misiones tuvieron una impresionante cosecha de tabaco con la que ganaron tanto dinero como para poder comprarse cinco camiones.
A través de los inmigrantes nórdicos escucharon hablar de Yerbal Viejo, y en 1916 se lanzaron a conocer estas tierras. Eran tiempos de montes frondosos, animales salvajes y los dueños de la tierra eran los aborígenes.
Los nórdicos se asentaron en Villa Svea, y los Bárbaro prefirieron avanzar un poco más.
“Hay dos italianos locos que quieren establecerse del otro lado del Tuichá”, recordaban que comentaban los pobladores de la incipiente colonia sobre su aventura.
Trabajo y progreso
Recorrieron de punta a punta lo que hoy es Oberá y consiguieron cien hectáreas en el sector comprendido desde la actual avenida Libertad y el barrio Tres Esquinas, actualmente Villa Bárbaro.
En 1919, Aurelio construyó su rancho en inmediaciones de lo que luego se transformarían en los históricos talleres de Expreso Singer. Un año después Ernesto hizo lo propio en Libertad e Italia.
Por décadas recordaron las aventuras y pesares de la travesía en carretas desde Bonpland hasta Yerbal Viejo, por Picada Finlandesa.
Lo primero que hicieron fue asegurarse el sustento: sembraron alimentos para el auto consumo, tabaco para la venta y vid para la fabricación de vino. Entonces tendieron lazos amistosos con los aborígenes, quienes les proveían de yerba mate.
Ya anciano, don Ernesto lamentaba la actitud de un comisario de la época que culpó a los guaraníes de haber diseminado la viruela (un mal traído por los europeos), por lo que incendió sus casas y los expulsó de la zona.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.