El taller de Ricardo “Tito” Álvez (73), sobre calle Azcuénaga de Oberá, parece como congelado en el tiempo, ya que abundan radios y televisores que hace años dejaron de fabricarse. Pero él persiste en el oficio, se adapta como puede y sobrevive ante el avance tecnológico.
Eso sí, no abandona su buen humor, espíritu positivo y un toque de filosofía casera para afrontar la vida. “Los años pasan y no quieren volver. Los malos momentos hay que dejarlos pasar, y aprovechar los buenos”, dijo para sintetizar su manera de ver las cosas.
En los últimos años, Tito padeció tres ACV que lo maltrataron, pero se recuperó y sigue batallando día a día.
Se crio entre Los Helechos y Panambí, donde cursó sólo hasta segundo grado, pero “mi mamá siempre me decía que yo estaba para más, no sólo trabajar en la chacra”.
La escasa escolarización le alcanzó para aprender a leer y escribir. A los 20 años llegó a Oberá y comenzó a trabajar con su primo Reino Lankinen, quien lo formó en electrónica.
“Aprendí a los machetazos”, recordó entre risas, pero no le sacó méritos a los libros que tenía su primo.
En medio se casó y tuvo cinco hijos. Los años 80 y 90 fueron el auge de su negocio, al que ahora rebautizó “casi nadie… casi nadie entra”, y otra vez soltó una carcajada.
“Ahora los aparatos son casi descartables, no hay mucho para reparar. Pero algo siempre hago”, mencionó.
Sobre su pasar actual, mencionó que cobra una pensión de adulto mayor, mientras continúa con los trámites para la jubilación que viene demorada.
“Pienso que lo único que supe hacer fueron amistades, porque económicamente nada, pero igual estoy contento”, subrayó Tito.
.
.

Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.