Emilio Carlos Olsson integró una expedición a la Antártida para realizar estudios topográficos, hace más de 70 años. Ahora, el libro de su autoría que relata aquella experiencia fue declarado de Interés Provincial. “La idea de que el legado de mi abuelo pueda ser conocido y valorado por todos los misioneros me llena de orgullo”, destacó su nieta Marina
En diciembre de 1953, el obereño Emilio Carlos Olsson se embarcó en una aventura que con el correr de las décadas adquirió una estatura épica, ya que integró una expedición a la Antártida Argentina que recorrió más de 1000 kilómetros a pie y en trineos para estudiar a fondo esa inhóspita geografía.
En ese entonces, el protagonista era un joven de 24 años y que fue designado por el Instituto Geográfico Militar para realizar estudios topográficos durante un año en aquellas lejanas tierras heladas de la patria, algo inédito hasta entonces.
Los principales medios del país relataron aquella gesta; mientras que en abril de 2005, este periodista entrevistó a don Olsson, entonces de 74 años, quien relató en primera persona varias experiencias que plasmó en un libro y tuvo la posibilidad de presentar en sociedad.

Recientemente, la Cámara de Representantes de Misiones declaró de Interés Provincial el libro “Antártida Argentina. 50 años después. Un año de vida en el Destacamento Militar Esperanza. Trabajos, emociones y aventuras”.

Se trata de una mención que no solo pone en valor un testimonio histórico invaluable, sino que también culmina la gestión iniciada por su nieta, Marina Olsson, quien hizo posible que la obra de su abuelo recibiera el reconocimiento que merece.
“Es un sueño hecho realidad. La idea de que el legado de mi abuelo pueda ser conocido y valorado por todos los misioneros me llena de orgullo. Su libro no es solo una crónica, es un testimonio de sacrificio, valentía y amor por la patria que merece ser compartido con las futuras generaciones”, destacó Marina.

Agradecimiento
La nieta de Emilio Olsson agradeció la labor de la diputada Mabel Cáceres, quien resultó fundamental para la concreción del proyecto que se concretó el pasado 28 de agosto.
“La iniciativa de la declaración de Interés Provincial no habría sido posible sin el apoyo de la diputada Cáceres. Su rol fue fundamental para llevar adelante el proyecto y asegurar su aprobación. Más allá de su función legislativa, la diputada demostró una calidad humana excepcional y una humildad digna de destacar”, remarcó.

El libro de Olsson consta de 218 páginas y se puede leer y descargar gracias a la Fundación Marambio mediante el link: https://www.marambio.aq/pdf/antarg-olsson.pdf
El autor falleció el 3 de septiembre de 2011, a los 81 años.
Recuerdos del autor
En abril de 2005, apenas dos meses antes de la edición del libro, el autor charló con este cronista de El Territorio en su casa de Oberá y recordó algunas de las tantas anécdotas en la Antártida. Aquí se reproduce parte de aquel reportaje:
“Cuando llegamos al Canal de Beagle y aparecieron los primeros témpanos fue algo maravilloso, como un sueño increíble que se hacía realidad”, evocó don Emilio Olsson en la tranquilidad de su hogar.
La histórica expedición partió de Buenos Aires el 2 de diciembre de 1953, el día 10 arribó a Ushuaia y una semana más tarde desembarcó en la Antártida.

La misión tenía dos etapas preestablecidas: construir un destacamento y realizar estudios topográficos de avanzada, que estaban a cargo de Olsson.
Pero en esa región del planeta cada día se presenta como un nuevo desafío, con temperaturas de 40 grados bajo cero y ráfagas que superan los 200 kilómetros por hora. Por eso, hasta las tareas más cotidianas demandan un gran esfuerzo y resistencia física: “Digo que nunca transpiré tanto como en el Antártida”, recordó.
Las expediciones
La misión estuvo integrada por quince hombres, comandados por el teniente coronel Fortunato Castro. Pero el alma del grupo fue el capitán Manuel Benavides, quien estaba en la Antártida ya desde un año antes.
Además, Emilio Olsson recuerda con gran respeto y afecto a Ítalo Sani, el fotógrafo de la expedición, al profesor de esquí Liquitay, al sargento Agustín Alonso, encargado de las comunicaciones, al cocinero Guzmán y al soldado Homero Manzione, hijo del famoso compositor Homero Manzi.
Y sin dudas, los momentos más críticos de la experiencia Antártica se vivieron durante las dos expediciones para realizar relevamientos topográficos, en las cuales participó Olsson.

La primera se desarrolló en julio, bajo el más crudo invierno, y los expedicionarios estuvieron a punto de perder la vida. «A mí se me congelaron los dedos y de noche no podía dormir, sólo lloraba -aseguró Olsson-. Nos estábamos congelando, a punto de morir. Pero seguíamos porque había que cumplir con lo que nos habíamos propuesto».
Esa desgarradora confesión marca a fuego el coraje y la voluntad de un grupo de hombres que desafiaron a la naturaleza más cruenta por el bien de la patria. Y, más allá de los pesares, cumplieron su misión con éxito, como lo marcan las crónicas de importantes diarios de la época que evocan el hecho como una verdadera epopeya.

La segunda expedición se realizó en septiembre, con un clima un poco más benigno, aunque también sufrieron los problemas propios del descongelamiento antártico, que originó imprevistas grietas y constante peligro.
De todas formas, los hombres superaron todos los contratiempos y relevaron más de 6000 kilómetros cuadrados en la Antártida Argentina, un hecho que hoy, medio siglo después, adquiere el valor de hazaña.
Atado con alambre
En los primeros meses de adaptación, y mientras los obreros construían el destacamento Esperanza, los integrantes de la misión estudiaron la zona y ultimaron los detalles para las futuras expediciones. Cada día traía consigo alguna anécdota inolvidable. Como el día que Olsson desafió al mar helado… sí, al mar helado.
«Estuvimos todo el día acarreando carbón y cuando me fui a bañar no había agua -relató-. Entonces agarré un pedazo de jabón, me tiré al mar y casi me congelo, pero no quería que mis compañeros me carguen y aguanté un rato más».
«Lo peor fue que el jabón no limpiaba porque se neutralizó con la sal del mar, entonces era lo mismo que nada y salí corriendo. Me puse delante de una estufa y nunca más entré al mar», confesó entre risas.

Otra de las tareas diarias e imprescindibles era la fabricación de agua, para lo que debían recolectar buena cantidad de nieve -siempre y cuando los pingüinos no hagan sus necesidades cerca- o rescatar del mar pedazos de témpanos que luego se descongelaban en calderos.
Tal vez hoy, con los avances tecnológicos, la vida sea más sencilla. Pero en aquel entonces fue muy difícil sobrevivir en el continente blanco.
Y mejor que lo cuente don Olsson, como esa vez que casi voló el techo del destacamento Esperanza. «Manzione empezó a gritar desesperado, corrimos todos a ver qué pasaba y vimos que el techo subía y bajaba como diez centímetros por las ráfagas del viento», relató como si fuera una película de acción.
Para solucionar el problema entró en acción el capitán Benavides, quien ordenó a los hombres que se colgaran del techo.

«Venía el viento y nos subía a los catorce, después nos bajaba y descansábamos un rato. Hasta que pasó lo peor y empezamos a reírnos. Después el capitán designó algunos compañeros y ataron el techo con alambres», recordó Olsson.
Un sueño cumplido
Emilio Olsson volvió de la Antártida con una idea fija: reflejar en un libro las vivencias y emociones que recogió durante un año en su misión al continente blanco. Incluso, durante las expediciones más duras lo acompañaron sus apuntes, que luego sirvieron de impulso para escribir sus memorias.
Tras el regreso comenzó la escritura, donde contó los mayores pesares y las mejores satisfacciones de su experiencia. Pero los avatares políticos de esos tiempos conspiraron contra sus planes, ya que tras el derrocamiento de Perón fue separado de su cargo en el Instituto Geográfico Militar.

Pero el libro siempre estuvo ahí, expectante, y medio siglo después vio la luz. Incluso, Emilio Olsson podría haber escrito varios textos más, ya que también fue el responsable de gran parte del relevamiento topográfico de esta provincia, para lo que tuvo que internarse y recorrer miles de kilómetros en la espesura del monte misionero.
Además, cumplió diferentes cargos públicos de importancia y fue diputado provincial.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.