La inspección de la Justicia Federal confirmó la versión de testigos que vieron a Golemba esposado en la comisaría de Dos de Mayo. Tras cinco días de sondeos y excavaciones aún no hallaron restos, pero sí pruebas de violencia policial. La vigencia de la matriz de la maldita Policía de Misiones
En la recorrida por los siniestros pasillos de la comisaría de Dos de Mayo, funcionarios de la justicia federal pudieron no sólo constatar la veracidad de los dichos de testigos que afirmaron que la noche del 27 de marzo de 2008 vieron esposado a Mario Fabián Golemba (27), sino que también comprobaron que los policías siguen utilizando elementos prohibidos, como ser una “guacha” encontrada en dicha dependencia.
Así, a catorce años y cuatro meses de la desaparición de Golemba, la matriz de la maldita Policía de Misiones sigue tan vigente como en los peores años de la última dictadura donde se violaban derechos humanos elementales.
“Los resultados fueron más que satisfactorios, no sólo por la cantidad de elementos secuestrados que hacen al delito, sino porque pudimos corroborar en forma directa la información de los testigos que coinciden exactamente con el lugar”, confió una fuente que participó del allanamiento a la comisaría de Dos de Mayo.
Si bien durante los primeros cinco días del procedimiento -donde se realizaron excavaciones, se revisaron pozos y se rompieron pisos- no se hallaron restos óseos, lo cierto es que se recabaron importantes pruebas que se fueron incorporando al expediente y que fortalecen la hipótesis de violencia institucional.
De esta manera se comprobaron los dichos de dos testigos que declararon haber visto a la víctima esposada en la comisaría la misma noche que desapareció.
“Una noche a eso de la nueve le traen a un muchacho esposado con las manos en la espalda pero no le hacen entrar al calabozo, le dejan al lado de la puerta y le reconozco como a Mario Golemba. Él también me reconoció y me dijo: “hola Ramón, podés sacar mi celular yo te voy a dar el número para que llames a mi gente”, el celular lo tenía en el bolsillo de adelante del pantalón y no podía sacar porque estaba esposado con las manos atrás. No llegué a sacar el celular porque cuando estaba por meter la mano para sacarlo vinieron dos policías y le llevaron a otro lugar”.
Así comenzó la declaración testimonial de Ramón Domingo Olivera (29), el 28 de abril de 2009, ante la entonces jueza de Instrucción Uno de Oberá, Alba Kunzmann de Gauchat.
Punto de inflexión
Se habían cumplido trece meses de la desaparición de Golemba cuando dos internos de la Unidad Penal II de Oberá -el citado Olivera y Vas Carlos Almeida (61)- se animaron a contar lo que en marzo del año anterior vieron en la comisaría de Dos de Mayo.
Pero la justicia provincial desestimó sus dichos y el expediente quedó encajonado trece años como una simple desaparición de persona.
El punto de inflexión se dio en junio del año pasado, cuando a instancias de la querella que representa a la familia Golemba el caso pasó al Juzgado Federal de Posadas y en pocos meses la Fiscalía Federal N° 2, a cargo de Silvina Gutiérrez, avanzó enormes pasos y el hecho comenzó a investigarse como “desaparición forzada de persona”.
También fue clave la figura del testigo de identidad reservada, lo que posibilitó que muchas personas se animaran a contar lo que sabían ya que la justicia federal les brindó las necesarias garantías de seguridad, trasladando y custodiando a los testigos.
En ese contexto, además del aporte de los dos hombres que el 27 de marzo 2008 vieron a Golemba en la comisaría, surgieron otras voces que apuntaron al accionar policial.
Por ello, tras organizar una aceitada logística, el último miércoles la jueza federal de Posadas María Verónica Skanata ordenó el allanamiento de la comisaría de la Mujer de Dos de Mayo, dependencia que funciona en el mismo predio de la seccional Primera y fue construida luego de la desaparición de Golemba.
Entre el miércoles y hoy se inspeccionaron y excavaron en la comisaría y en un destacamento abandonado sobre la ruta Provincial 11, camino a El Alcázar. Las pesquisas continuarán varios días más.
Clamor popular
El movimiento de los últimos días despertó la atención de los vecinos de Dos de Mayo y durante todas las jornadas hubo gente observando el procedimiento a cargo de las fuerzas federales.
“Ojalá que se destape todo, ya es hora de saber la verdad y que Mario descanse en paz. También la familia necesita respuestas después de tanto sufrimiento”, reflexionó Sergio, comerciante de la zona.
A pesar de los años transcurridos, todavía se percibe el temor de hablar en público sobre las circunstancias y sospechas que rodean al caso Golemba.
“Yo mismo sufrí el maltrato policial en esa comisaría”, comentó otro vecino apuntando hacia la seccional Primera.
Y agregó que “una vuelta iba en moto, me paró un control y como no tenía los papeles me bajaron a los tapes y me llevaron preso. Eran malacostumbrados a maltratar. Yo le conocía a Golemba. Era un muchacho trabajador, no tenía boca para nada. Dios quiera que los culpables paguen”.
Vale destacar que la instrucción que lleva adelante la fiscal Gutiérrez también permitió descorrer el velo sobre el accionar de los policías que al momento del hecho se desempeñaban en Dos de Mayo, ya que testigos de identidad reservada declararon que las torturas eran prácticas habituales.
En ese marco, un vecino compartió la versión que le dio un conocido retirado de la Policía, indicio que también maneja la justicia.
“Contó que Mario volvió de Oberá y se bajó en la rotonda para ir a la casa, en Picada Indumar. En eso vino una patrulla de Policía de Tránsito, lo levantaron en la rotonda y lo llevaron a la comisaría. Y de ahí desapareció”, mencionó.
Precisamente, el 27 de marzo de 2008 Golemba viajó a Oberá para consultar a una nutricionista que lo atendió a media mañana. A las 14.43 mandó el último mensaje avisando que llegaría de tardecita. Nunca más supieron nada de él.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.