En un video se observa al niño tomando cerveza que le sirven adultos. La justicia dispone de la prueba en el marco de la denuncia del progenitor por impedimento de contacto. El menor y su mamá residen en Oberá. Pertenecen a la comunidad gitana
Cuatro minutos y fracción de un video que indigna y alcanza para graficar el estado de indefensión en que se halla un inocente. La impunidad de adultos que lo grabaron tomando cerveza, entre ellos su propia madre, quien lo alentaba entre risas como si estuviera concretando una hazaña.
El video fue filmado durante los festejos de Navidad de 2021 -cuando le nene tenía cuatro años- y consta en un expediente que se tramita en el Juzgado de Instrucción Uno de Oberá a partir de una denuncia del progenitor por impedimento de contacto.
En la filmación se escucha música de fondo, el chiquito se acerca con una copa y le sirven cerveza. Una mujer, que sería su mamá, lo alienta a tomar alcohol: “Eso”, dice con efusividad.
El nene toma y baila en círculos, con la copa de vidrio entre sus manos. Todo lo que está mal sintetizado en una escena.
La celebración se desarrolla en la vereda. El chico se acerca a quien lo filma y le sirven cerveza por segunda vez. “Eso… no pasa nada”, dice la misma voz femenina.
El pequeño toma todo y pide que le sirvan por tercera vez. Recién ahí la mujer que lo graba con el celular expresa un tibio reparo: “No, ya está eh… dale, listo”, pero igual le cargaron la copa, como si fuera lo más normal del mundo para un niño de cuatro años.
Según el progenitor Braian Miguel (27), la madre lo secuestró cuando era un bebé y desde entonces no volvió a ver a su hijo, a pesar de trajinar juzgados en la Ciudad de Buenos Aires y Oberá, donde actualmente reside el pequeño.
“Estoy desesperado porque hace cinco años no puedo ver a mi hijo y la justicia no me da respuestas. Ya no sé a quién recurrir. Lo único que quiero es un régimen de visita, es mi derecho y el derecho de mi hijo”, subrayó Miguel.
“Justicia injusta”
Los padres del menor I. A. M. pertenecen a la comunidad gitana, se casaron en 2014 y residían en el barrio de Versalles, Ciudad de Buenos Aires.
La relación no prosperó y en 2017 se separaron. Como es tradición, un consejo de adultos se reunió para dirimir la custodia del niño -que era un bebé-, lo que fue aceptado por las partes, aunque de un día para el otro la mujer desapareció con el nene.
“Los mayores de la comunidad se juntaron para llegar a un acuerdo por la custodia de mi hijo y acordaron que cada uno lo tendría por 15 días. Ella cumplió un par de meses y después se escapó. Hace cinco años que secuestró a mi hijo y no lo volví a ver”, lamentó Miguel.
Mencionó que su ex esposa “conoció a un gitano de Oberá y se escapó con él. El problema no es que se fue con otro; el problema es que no me deja ver a mi hijo”.
En ese contexto, en primera instancia radicó una denuncia en la Ciudad de Buenos Aires, lo que no evidenció demasiados avances.
“Una vez que supe que estaban en Oberá, viajé e hice los trámites correspondientes ante el Juzgado de Familia, pero nunca obtuve una respuesta de la justicia. Viajé varias veces a Oberá y nunca pude ver a mi hijo. Por eso hice una denuncia por impedimento de contacto”, que se tramita en el Juzgado de Instrucción Uno, aunque “pasa el tiempo y tampoco hay avances”.
En ese sentido, Miguel opinó “puede ser que haya una discriminación hacia mi persona, como soy gitano, o que tengan otros intereses. No lo sé. Lo único que sé, es que es una justicia injusta conmigo y mi hijo, porque también vulneran sus derechos”.
Y alertó: “Si le dan alcohol a una criatura, quién sabe qué cosas más le hacen”.
Sin respuestas
Según Miguel, su hijo padecería algún grado de retraso madurativo y no contaría con tratamiento adecuado, tampoco está escolarizado ni habla castellano, sólo romaní, la lengua de la comunidad gitana.
Comentó que en Oberá cuenta con asesoramiento legal y la próxima semana se presentaría en sede judicial para insistir con su reclamo.
“Cada vez que me citaron me presenté en tiempo y forma, pero la madre nunca se presentó. A último momento siempre llega el abogado de ella y pone alguna excusa. La última vez dijo que estaba enferma, pero a la hora subió fotos en un cumpleaños. Es una burla”, reclamó indignado.
Por ello, subrayó que “las autoridades tanto hablan de los derechos del niño y acá no respetan el derecho de mi hijo. Lo único que pido es un régimen de visitas. No quiero que se lo saquen a la madre, no busco eso”.
Aseguró que siempre intentó obtener una solución judicial; por ello, las veces que estuvo en Oberá, nunca se presentó en la residencia de su ex para no generar más problemas ni altercados con las autoridades.
“Estos años siempre hice todo según le ley y no tengo respuestas. Al contrario, cada vez me encuentro con nuevas trabas”, manifestó casi al borde del llanto.
Asimismo, precisó que si bien el Juzgado de Familia dispuso un régimen de comunicación y contacto, el abogado de su ex esposa apeló y la sentencia se halla en Cámara.
De todas formas, Miguel opinó que “el Juzgado de Familia podría dictar un régimen provisorio, lo que fue pedido varias veces por mi abogada, pero se nos niega. También hicimos una denuncia por impedimento de contacto en el Juzgado de Instrucción y no hay avance”.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.