Carta de una mujer triste: reflexión de una obereña sobre el drama del alcoholismo y patrones que se repiten
“Vengo de una familia humilde, pero con valores. Desde que tengo memoria mi padre tomaba alcohol, mi madre tuvo 11 hijos, todos sanos y del mismo padre: 3 varones y 8 mujeres. Toda la vida hasta el día de hoy ella sigue con él y aguantó mucho. Desde que tengo memoria vi que mi papá fue un hombre trabajador, jamás nos faltó la comida, ropa y techo. Gracias a él tuvimos una linda infancia, hermosa diría yo.
Después está lo malo, que viene detrás de las adicciones. Él casi siempre tomaba y cada vez que tomaba era un infierno vivir en esa casa. Escuchábamos agresiones, insultos y, a veces, golpes. Al otro día todo pasaba como un día más, como de la tormenta a la calma. Ya cuando eran grandes mis hermanos mayores también tomaban y a veces se peleaban. Todo eso lo veía teniendo 10, 11 años.
Mi mamá aguantó mucho, sufrió mucho con mi papá. Siempre decía que lo iba a abandonar y no lo hacía. Mi papá es un gran hombre muy bueno, pero cuando tomaba desaparecía su personalidad, era otro.
Pasó el tiempo y, al hacerse viejo, el cuerpo ya no aguanta como antes. Entonces dejó de salir y tomar como antes. Ya hubo calma. Pero para eso ya estábamos todos grandes. Yo hice mi propia familia. Hoy en día tengo dos hijas hermosas, con el mismo hombre de quien me enamoré a los 15 años.
Hoy tengo 30 y vivo el mismo calvario que vivió mi madre. Se repitió el mismo patrón. La diferencia es que me separé mil veces y mil veces volví. Hoy pensando, tristemente veo y reflexiono que a veces los padres cometemos errores y dejamos o enseñamos el mismo patrón a nuestros hijos.
No reniego de mis padres, hicieron todo lo que estaba en sus manos por nosotros. Pero yo cometí el mismo error que mi madre, y me quedé pensando que algún día sería diferente. Hoy, mi miedo es porque mis hijas crecieron de igual manera que yo: tienen todo el amor, un padre trabajador, de buen corazón como mi padre… pero alcohólico, y me atrevo a decir que también consume drogas. Y cada vez que está con su adicción encima cambia totalmente y al otro día vuelve la calma.
Sólo le ruego a Dios que rompa este patrón y que me dé la fuerza que necesito para salir de todo el tormento. La familia del adicto sufre y mucho, y nadie nace sabiendo ser padre. Pero estás cosas se deberían contar más de seguido para que los adolescentes no sigan repitiendo patrones. Yo con 30 años soy una mina triste, sin brillo, vivo para mis hijas y mi casa. Vivo como mi madre y mi esposo vive como mi padre”.
.
.
